¿Qué mejor manera de generar un impacto en el inconsciente colectivo que el dolor profundo, la injusticia desmesurada de que un niño muera en manos de una situación que no está en manos del individuo, sino del azar, caótico y a veces indomable destino de los hombres?
¿Qué pasaría si fuera cierto eso que decían los maestros budistas (anteriores incluso a la llegada del avatar Jesucristo), de que lo que vemos fuera no es más que un espejo de la realidad que tenemos dentro ? Y que observáramos siempre...hacia dentro.
¿ Qué pasa si verdaderamente estos señores tenían razón? El cuerpo del dolor interno que se sucede en el hombre no es sólo producto de sus propias experiencias, sino que también está conectado con una línea generacional, una memoria colectiva de dolor y sumas experiencias que hacen que el individuo acumule cada vez más carga energética negativa de dolor y sufrimiento que no es más que la proyección del dolor que lleva dentro y en ningún caso el Apocalipsis, así por exagerar, aunque no me cierro a la posibilidad de que esto pueda ocurrir, la verdad que la Inmensidad nunca deja de sorprendernos... Pero creo que este dolor colectivo, estas experiencias que llevan al ser colectivo a la compasión, no son más que luces y sombras de sí mismas, de nosotros mismos que reflejamos fuera con el fin quizás de sanarlas a nivel colectivo, pero desde luego debemos tener claro que la conciencia que se proyecta afuera es parte de la conciencia interna.
De lo que sí hablo es de un Apocalipsis interno que ocurre cuando puedes entender que la conexión con las emociones negativas del dolor, el sufrimiento no son generadas por el hombre que disparaba a aquellos niños, no son generadas por el hombre el accidente sexual de los discípulos de la Iglesia moderna, ni accidentes causales en plazas de toros o quizás en carreras de coches.
Son la parte de este colectivo, la herida profunda que necesita reencontrarse, volverse puro y reconectarse del ser individual, su psique más profunda lo que se refleja fuera, para ser observado. Como un maremoto arrasa con una ciudad, así las lágrimas del inconsciente colectivo neptunianas pueden transformar conciencias en un sólo instante en que se activa el drama humano. Somos todos nosotros, las tensiones, el acelere, las prisas de la sociedad, las presiones del hombre y las guerras de las razas y las religiones. Son los conflictos internos de separación reflejados en tu mundo externo lo que provocan la guerra externa que el ser humano pretende encajar como una imperfección ajena a él.
Son estas partes de ti mism@, de mí mism@ que no he conseguido sanar y voy redimiendo al identificarme con el cuerpo de dolor conectado con el mundo, cuando la realidad es que no estoy triste por el niño de afuera, sino por mi niño interno, no estoy triste por la violencia que veo fuera, sino por la paz que no me otorgo a concederme desde dentro, por la felicidad que no me permito vivir. Si el cuerpo del dolor me dice que debo sufrir para ser feliz, ¿ por qué voy a permitirme ser realmente pleno, feliz? ¿Por qué conectarme con la felicidad plena, el Ananda cósmico siendo consciente de este desastre humano forjado por la desconexión?
Porque simplemente no me permito conectarme al cien por cien con la Fuente Universal de Amor puro que atraviesa todas las realidades y se da en el pleno presente. Sólo así, así podré tener la bella compasión despierta de la sanación colectiva y a la sanación personal activa, despierta y orientada hacia la luz y el bien que quiero ver fuera y dentro.
Sólo así, siendo el amor que anhelo fuera, puedo convertir del dolor en compasión, la incomprensión en el conocimiento del alma y las densidades externas en un faro interno de luz que viaja y acompaña al ser hacia su túnel infinito y al reencuentro con su Edén perdido tras las capas de la mente que quiso adentrarse en la dualidad del ser en algún momento de la existencia.
Nazaret Hermida García. Astróloga y maestra de Reiki y Yoga.